Crisis, crítica y poder, tres conceptos que aparecen en cualquier análisis en torno al contexto actual -e histórico- del mundo árabe. Pero también podríamos pensar que es la tríada conceptual de muchos procesos políticos que hoy se viven en diferentes partes del mundo. Sin embargo, cómo los aplicamos sería lo relevante para Rodrigo Karmy, quien plantea que, “no habría posibilidad de aproximarnos a la pluriformidad de lo que llamamos ‘mundo árabe’ sin la crítica de nuestros propios conceptos.” En ese sentido, no solo se trataría de analizar el contexto actual considerando la tríada en torno a aquello que llamamos conflicto, sino también y sobre todo, ver en nuestro análisis cómo opera esta misma relación.
“Cuando abordamos la cuestión árabe, inmediatamente nos situamos frente a aquello que Edward Said llamó “orientalismo”, es decir, una construcción discursiva que se articuló fuertemente entre los siglos XVIII y XIX produciendo a los árabes y musulmanes (aunque no son lo mismo) como objetos de representación. Y entonces, la cuestión decisiva pasa por inquietar los términos que habitualmente se usan, tanto en la historiografía, las ciencias políticas, filosofía o sociología, colocarlos y ponerlos en tensión”, menciona el académico de la Universidad de Chile.
En ese sentido, comprender criticamente el orientalismo como la estructura misma de la razón imperial, como su configuración político-religiosa sería relevante para desactivar el poder “caracteristico de la razón imperial occidental que juega a ser ‘cristiana’, ‘pura’ y a no estar ensangrentada, frente al mundo judío y musulmán que, supuestamente, aún estaría contaminado con la ética de la venganza y la sangre”, explica Karmy.
Quien agrega que, “querer explicar todo lo que ocurre en el mundo árabe a partir de términos religiosos es profundizar el orientalismo; pero hacerlo desde una lectura política que exponga el lugar del imperialismo y los efectos de subjetivación que éste ha tenido, resulta un asunto del todo fundamental. Para mi todo aquél que explica o pretende comprender al mundo árabe desde una matriz culturalista ‘miente’ -como diría Schmitt”.
La máquina imperial
Si bien Afganistán es un país musulmán y lo que hoy ocurre ahí poco tiene que ver con la primavera árabe, justamente porque no es árabe, el autor de Intifada menciona que hay una relación importante: “la invasión estadounidense y la historia colonial permanente. Lo de Afganistán habría que leerlo conjuntamente con la invasión estadounidense a Iraq el año 2003. Son parte de la misma campaña de Bush jr que termina por hipertrofiar la lógica imperialista estadounidense.”
El pensamiento lógico consiste en hacer la separación entre Oriente y Occidente y adjudicarle ciertos roles a ambos en la configuración de la crisis en el mundo árabe y en Afganistán. Sin embargo y en la línea de ir desactivando poderes, el investigador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, plantea que, “no existe ni Oriente ni Occidente, sino que ambas son las máscaras de una misma máquina imperial que no deja de funcionar. Oriente y Occidente son producidas por dicha máquina, separando a los pueblos de sus potencias, escindiendo a la vida de sus imágenes”.
Ahora bien, crisis, crítica y poder no son los únicos conceptos que aparecen en los intentos de analizar el conflicto en Afganistán, la tríada Estado – Pueblo – Revolución también aparece en juego. Sobre todo, porque a ojos de Rodrigo Karmy, “esa tríada -y esto es lo que enseña el Estado Islámico hace unos años- ya no se ubica más en la izquierda, sino en los movimientos identitaristas de corte reaccionario como los talibanes. Ellos ponen en juego esa tríada. Y esa tríada les permitió convertirse en una suerte de ejército nacional que luchó contra la ocupación estadounidense durante estos 20 años”.
Agregando que, “los talibanes no son una forma de vida, sino un ensamble producido en la guerra fría que terminó autonomizándose gracias a la profundización identitarista. (…) Estos son nada más que articulaciones necropolíticas como toda forma de gobierno actual. Los talibanes son una forma de gobierno; las revueltas en cambio expresan formas de vida que se ven aplastadas por esas formas de gobierno”.
Finalmente ¿qué pasará en Afganistán? No lo sabemos, como tampoco lo que harán los talibanes, pero podríamos tener a la vista lo que propone el investigador del Iipss, “los talibanes hoy están intentando inaugurar un nuevo ciclo político: iniciar un proceso que deje atrás la ocupación estadounidense para ponerse ellos como los puros y exentos de corrupción”. Teniendo eso en consideración sería importante replantearnos desde dónde nos situamos para comprender el escenario actual, pero también para ir desenmascarando aquellas producciones discursivas e imaginarias imperantes.
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