Entrevista a Valentina A.

Feminismo y marxismo, ¿dos corrientes teóricas dicotómicas? ¿Por qué se ha establecido una distancia entre estas corrientes? Para Valentina Álvarez, doctora en sociología, experta en género e investigadora del Instituto Internacional de Filosofía y Estudios Sociales (IIPSS), esta tensión se relacionaría con una interpretación restringida de la teoría marxista, que no nos estaría dejando ver los aportes que hace la perspectiva feminista marxista en las discusiones actuales.

Seguramente en más de una ocasión hemos escuchado la existencia de una suerte de ‘tensión’ entre la teoría marxista y la feminista, lo que para la académica Valentina Álvarez, no sería más que el resultado de prioridades políticas en clave patriarcal donde -hace algunas décadas- la opresión a la mujer fue considerada un problema secundario que se resolvería al llegar al socialismo, desde la organización partidaria y política, representando “una interpretación restringida de la teoría marxista”, dice Álvarez. 

“Como desde el marxismo las sociedades se definen según un modo de producción concreto y sus formas específicas de organización del  trabajo, desde los partidos y otros espacios de la política, cuestiones asociadas a la sexualidad y subjetividad tendieron a ser consideradas, parafraseando a Butler, temáticas ‘meramente culturales’”, explica la investigadora post doctoral de la Universidad de Valparaíso e integrante del Grupo de Estudios Feministas, quien añade que, “la opresión de la mujer y su posición en la lucha de clases ha sido una constante preocupación al interior del marxismo desde sus orígenes, pero hasta hace no mucho los debates estaban poco visibilizados”

Tal como explica la académica, lo interesante es que las discusiones de carácter feminista marxista que se daban a principios del siglo XX, resultan trascendentales para comprender el contexto político, social y cultural actual. En esa línea, si hacemos una revisión histórica llegamos a Alexandra Kollontái, la primera mujer en el gobierno ruso, quien instaló la necesidad de generar servicios de cuidado para las mujeres trabajadoras, permitiéndoles así un pie de igualdad en el trabajo y en la lucha por el socialismo. Algo similar a lo que hoy se plantea como demanda prioritaria para el movimiento feminista chileno.

Para Álvarez, otro momento relevante de reflexión feminista marxista es hacia finales de los ‘60, donde en países industrializados el modelo de la dueña de casa comienza a ser cuestionado desde esta perspectiva teórica, abriendo la reflexión sobre el rol del trabajo doméstico en la reproducción del capital. “Este debate llegó a un acuerdo sobre elementos que hoy nos parecen obvias: que el trabajo doméstico produce valores de uso que permiten la reproducción de la fuerza de trabajo tanto diaria como generacionalmente y que, por consiguiente la organización capitalista de la producción descansa en el trabajo no remunerado de las mujeres”, añade la doctora de Goldsmiths College, University of London, haciendo énfasis en que este tema, entre otros, hoy marca la agenda política y social. 

En las décadas, entre los 80’ y los 2.000’, el debate se centró en debatir respecto a la relación tanto lógica como histórica entre capitalismo y patriarcado. Por otro lado, desde el giro lingüístico se descencializa el género y en los feminismos negros se cuestionan categorías como la reproducción y la familia, elementos que, como menciona Álvarez, “desde la segunda ola habían servido para identificar la opresión femenina”. En esa línea las discusiones que llevaron a cabo las feministas negras y de pueblos indígenas fueron centrales para “intentar pensar en una teoría que incorpore la diversidad de experiencias del ser mujer en el capitalismo”, agrega.

Ahora, si bien los debates teóricos del feminismo contemporáneo han aceptado que -quizás lógicamente- el capitalismo podría subsistir sin la opresión de género y raza, Valentina Álvarez señala que, “en términos históricos no ha sido así. El capitalismo se ha levantado sobre la violencia racista y colonial y para asegurar su reproducción, ha debido regular las condiciones de reproducción de la mano de obra siendo la sexualidad un elemento clave tanto en términos de la natalidad como de las disposiciones subjetivas que nos llevan a constituirnos – y de buena gana-  en mano de obra. Pero la reproducción social sólo interesa al capitalismo en la medida en que permite la reproducción del capitalismo. Y, son las mujeres, quienes tienen la capacidad de gestar y lactar, sin lo cual la vida humana no puede prosperar”.  

En ese sentido, la investigadora del IIPSS explica que, “el neoliberalismo ha reorganizado, mas no eliminando, la división sexual del trabajo a lo largo de la producción y reproducción, a la vez que ha precarizado el trabajo y calidad de vida de cada vez más amplias franjas de la población”. Añadiendo que, a “diferencia con un capitalismo fordista o desarrollista que incentivó a las mujeres a ser dueñas de casa, hoy el empleo femenino es promovido por organismos internacionales como la ONU, considerando esto como un signo de buena salud de la economía. Sin embargo, lo que ha existido es una expansión de trabajos precarios, con poca seguridad laboral y social en la mayoría de las ramas y en distintos estratos sociales y muy bajos sueldos en relación al coste de vida de las personas”.

Puedes leer el artículo: “Reproducción social y formación de clase. Comprendiendo las luchas de pobladores y pobladoras como una ruta hacia la proletarización (1940-1973)”, de Valentina Álvarez en el siguiente link: https://bit.ly/35eUIfm